Muchas veces me han dicho, y he dicho, lo afortunada que soy, o fui, al poder trabajar y vivir de lo que me apasiona. Realmente afortunada!! Por desgracia no todo el mundo puede decirlo. Cuando me preguntaban a que me dedico y yo respondía: «Soy marroquinera y tengo mi propio taller artesano!» Qué maravilla, todo un sueño hecho realidad!

Pero también hay que decir, que este mundo es muy duro, muy sacrificado y en ciertos momentos bastante inestable. Me siento muy orgullosa de haber podido estar durante catorce años viviendo de la artesanía, del trabajo en cuero, de mi pequeño taller en la bodega de mis padres, padres que me apoyaron desde el minuto uno y hasta este momento, en el que me dicen !Qué pena cerrar!! y tanta pena, pero es lo que toca. Cuando se toman ciertas decisiones en la vida, éstas conllevan otras, que quizás en un principio no estaban en los planes, pero que sabíamos que podía pasar. Y aun así no me arrepiento, porque lo he disfrutado al máximo, con mis clases, mis ferias, mis fiestas, tantos y tantos encargos personalizados, haciendo diseños increíbles de clientes todavía más increíbles. Me quedo con un montón de recuerdos, anécdotas, y personas fascinantes que he conocido durante todos estos años.

Ahora estoy en otra fase, en una fase en la que mis dos personitas preferidas me necesitan, y me necesitan al 100%. Todo el tiempo que pueda tener «libre» lo necesito para estar con ellos, porque el tiempo vuela y no vuelve. Ahora, con un trabajo estable y fijo, puedo disponer de este tiempo tan importante para nosotros, tiempo de calidad.

Pero esto no es un adiós ni mucho menos, es simplemente un hasta luego. Hasta que los tres podamos estar haciendo juntos «traballiños» de cuero, aprendiendo y disfrutando, porque llegado su momento, criar y crear sí pueden ser compatibles.